No sé si todo sigue igual o peor. Igual porque el precio del aceite no sube. Peor porque, ahora, no hay nadie que lo quiera comprar. Y yo, como me imagino muchos de vosotros, necesito, ahora, el dinero, que me supondría su venta, para hacer frente a facturas y préstamos que ya no esperan.
Y también sigue igual, la envidia que, a mí, siempre me produce saber que el Presidente de la República Francesa apoya a cualquier sector de su agricultura en estos momentos de crisis.
En efecto, recientemente Sarkozy ha manifestado su intención de poner de acuerdo a agricultores, industria y distribuidores para conseguir un acuerdo de moderación de márgenes en la venta de frutas y hortalizas en las tiendas. Y es tal la apuesta de este presidente por esta nueva medida que ha indicado que los que no la firmen serán penalizados. Francia va a estar al lado de los agricutores y quiere potenciar su posición en la cadena alimentaria para lo que se ha considerado fundamental una mejor organización de la oferta y la realización de contratos, en esta ocasión, en los sectores de las frutas y hortalizas.
Desde pequeña, he deseado ser francesa, sin saber muy bien por qué. Con el tiempo lo estoy aprendiendo cada día, a pesar de mis raíces de olivo y, precisamente, por mis raíces de olivo.
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