sábado, 25 de julio de 2015

LA SEQUIA

Los olivos y cereales de Jaén y Córdoba están bien, en especial, los que se riegan de manera continua  y vigilada desde el mes de Febrero, como hemos hecho nosotros alentados por el buen encargado, o  están situados en tierras húmedas. 
Los olivos de Córdoba, donde la pequeña balsa particular se ha quedado vacía y están en tierra seca,  ardiente y sin riego están más que malos.
Lo sorprendente es que yo, por ejemplo, pueda esperar si el tiempo lo permite, más de media cosecha. 
Es un milagro, que insisto, se debe, fundamentalmente, al interés que muestra mi encargado y, sobre todo, al que yo le transmito y ya sabe con certeza que estoy prescindiendo de otros muchos gastos míos propios para dedicárselo todo al campo.
Con todo ello quiero demostrar a mis hijos, y creo que ya se van dando cuenta, que todo mi esfuerzo , va dedicado a ellos. 
Para mí no quiero nada. Me basta con ver los olivos cada día más grandes, hermosos y más cargados de aceituna en este tiempo. Olivos que deseo que, cuando los vean mis dos retoños, los cautiven a ellos también.
Porque no quiero que mis hijos vendan nada que es lo que todos los jóvenes, con trabajo y sin vivir cercanos a su tierra, suelen hacer.
La tierra propia y lo digo por propia experiencia te ata y te seduce como ningún otro trabajo de oficina o de colegio o de Instituto puede hacer.
Yo pienso y soy feliz cada día: "Esto es mío y lo he plantado y lo he sembrado yo misma".
Y  ahora los olivos y el cereal están creciendo y están hermosos y los veo sonreír y me abrazo a ellos y los beso en sus ramas finas y delgadas, por muchos años que tengan , gracias a la buena tala que me hace mi gran talador y gran amigo que los admira y me da magníficos consejos que tengo en cuenta siempre.
Vivir en el campo es maravilloso, pero, hay que reconocer, que es difícil vivir sin techo. 
Espero conseguir algo en mis hijos, cuando vean los resultados obtenidos y se alegren ante tanta belleza.
Nunca sabes lo que puede suceder. Hay que mirar al cielo, a la  luna, a las nubes que muchas veces engañan. Pero eso también es un encanto, porque no te deja esa seguridad de obtener todos los meses un salario.
Así pues, no sé qué harán mis hijos, pero, al menos, sabrán lo que está haciendo su madre. Desde luego he encontrado mi felicidad, pero he empezado a encontrarla por ellos y por su futuro.
Y estoy segura que ellos la encontrarán aquí si trabajan y se dedican con entusiasmo al campo de toda la vida.