Todo sigue igual para nosotros. El precio del aceite no ha subido para los productores, a pesar de haberlo hecho en las estanterias de los supermercados. El del trigo tampoco remonta, cuando estamos a punto de sacar la nueva cosecha y tenemos los almacenes llenos con la del año pasado.
Nos hablan de la inminente falta de alimentos en el mundo y nuestro Gobierno se apunta como dos grandes logros de esa Presidencia tan mediocre de la Unión Europea los acuerdos con Centroamérica, Perú y Colombia y el relanzamiento de las negociaciones con MERCOSUR.
La crisis nos invade. Todos los oídos y todas las bocas, al igual que todos los bolsillos, ya están cansados de olerla y de tocarla, pero la situación que soportan la agricultura y la ganadería españolas y europeas, con una caída de la renta agraria del 12% desde 2009, es de las más preocupantes. Y bien nos hemos merecido que nuestro Gobierno, en este trimestre de presidencia, nos hubiera defendido, no sólo, frente a producciones americanas que arrastran consecuencias dramáticas para muchos de nuestros sectores, sino también frente a esos distribuidores que no tienen en cuenta al agricultor en ninguno de los eslabones de la cadena alimentaria.
El otro día, cuando recibí la carta del Delegado de Agricultura y Pesca, sentí unos momentos de alivio que enseguida se fueron efumando. Hoy sólo confio en un grupo de Estados miembros de la U.E., liderados por Francia, para conseguir que se ejerza una defensa justa de los intereses agrarios europeos.
De todos modos, os mando mi respuesta a la carta del Delegado por si quereis leerla. Hay que obligar a que algo cambie.
Muy Sr. mío:
He recibido su carta del 7 de Junio en respuesta a la mía del 29 de Abril y, supongo, que también a la del 29 de Mayo y quiero agradecerle la disposición que en ella muestra a prestar ayuda a los agricultores que tan afectados nos hemos visto con las pasadas lluvias.
Sin embargo, no recibo las noticias que esperaba, no me anuncia nada nuevo. Se refiere fundamentalmente a la ley 3/2010, publicada, pero que no va a producir efectos inmediatos.
Por lo que yo y muchos los agricultores nos veremos obligados a pagar próximamente, si no queremos recibir recargo, el I.B.I. y a hacernos cargo, sin ninguna subvención, de los gastos imprescindibles que hemos tenido que realizar y estamos realizando para salvar unas tierras cuyos productos, los míos concretamente cereal y olivar, no costean esos gastos.
Espero y confío que, por fin, el esfuerzo que me dice se está realizando por parte de todas la Administraciones surta algún efecto positivo y rápido para los agricultores que seguimos siendo los siempre olvidados y vemos, con desesperación, cómo se están dejando morir nuestros campos. Me gustaría recibir otras noticias suyas.
Atentamente.