jueves, 28 de noviembre de 2013

AHORA LA SIEMBRA

Por fin, trabajando a marchas forzadas, incluso los domingos,  pudimos preparar los barbechos,  inundados por pasadas lluvias. Y hemos empezado a sembrar el trigo en aquellas tierras de bujeo de la Campiña Alta de Córdoba hace dos días.
Estamos con miedo, ahora tememos la falta de agua que impida el crecimiento de la semilla. Ningún pronóstico nos anuncia ya las pocas lluvias que deseosos esperabamos, aunque fueran unos miserables cinco u ocho litros. ¡Y pensar que para trigo y olivos necesitamos de inmediato, al menos, unos treinta o cincuenta!
Y aún peor, todavía no he podido vender la cosecha del año pasado. Sabía de su escasez, y jugándomela a la ruleta, como hacemos casi siempre con nuestros productos, esperé encontrar una ocasión en que lo conseguido por su venta me compensara el coste de los abonos, trabajos y cuidados y demás imputs empleados en él. 
La semana pasada me daban por mi cereal 0.21€ (35,50 pts.) y hoy, cuando conocemos las cotizaciones de los diferentes tipos ofrecido por la Mesa de Cereales de Córdoba,  que se mantienen invariables hace tres semanas y en las que se me integra entre los grupos trigo duro  tres (TD3) y trigo duro cuatro (TD4), no creo que pueda conseguir precio más alto para mi cosecha.
Un oficio que sólo depende del cielo, que nos ciega o nos hace llorar y crecer como árboles y espigas, no lo comprenden nuestros hijos que viven en una sociedad donde el único dios es el brillo del dinero  que se obtenga fácil y rápido. Tampoco ellos son ayudados a incorporarse al ámbito rural por las administraciones, a pesar de las promesas y las palabras.
¡Ojalá la crisis haga volver al campo a muchos jovenes en estos momentos perdidos y sin ver ningún camino. El campo tiene árboles plantas que protegen, alimentan, hacen probar la tierra y marcan una senda.
Tampoco me extraña que muchos viejos agricultores de la campiñan sigan dedicando en esta campaña sus barbechos a cuidar olivos recientemente plantados en un terreno que no es de olivar y con los problemas que este cultivo  también tiene en la actualidad.
Pero nuestro oficio es eterno, no dependemos ni perseguimos la abundancia del dinero, es un oficio transformador porque te une y te acostumbra a esa tierra que también es eterna. Un oficio que si a él llegan los jovenes les dará paz y grandeza. 
     

lunes, 18 de noviembre de 2013

PREPARÁNDONOS PARA TODO...

Ahora los agricultores estamos muy ocupados. Unos pocos empezando o preparando la cosecha de aceituna. Algunos también, mis propios vecinos de la campiña, al mismo tiempo, estan sembrando trigo o han arado los barbechos, que este  cereal requiere, y esperan la lluvia que antes de la siembra se necesita.
Yo llevo cuatro días cogiendo aceituna en la Campiña Alta Oriental de Córdoba y estoy, con mis más de 46.ooo kilos recolectados muy contenta y, no sólo con la gente que nos ayuda, sino también con las "posturas" que responden a los cuidados y el cariño con el que todos las hemos mimado.
Pero, en cuanto al trigo, nosotros hemos tenido dificultades para entrar en el barbecho, a causa de la climatología, las inundaciones, y demás características propias de una tierra de campiña y de bujeo.  Por fin, ayer fue el primer día en que pudimos arar.
Vamos retrasados, porque a pesar de la próximidad, y eso lo sabemos  todos,  un pedazo de tierra nunca es igual a otro.
Está claro que nuestro oficio depende del cielo,  del terreno, dos hilos que nos hacen bailar como marionetas, pero que  nos obligan a elevar nuestros ojos al cielo y bajarlos, humildes, hacia la misma tierra  que  nos cubrirá.
Así estos hilos nos hacen grandes. Los que, sin embargo, nos aprietan casi todos los días, nos empequeñecen y nos mueven a una rebelión amarga, no querida, pero necesaria para no sentirnos humillados, engañados y sin ganas de sobrevivir con sólo pesadas cargas a las espaldas.
En los campos de Jaén y sus pueblos, llenos de olivares y dónde yo también tengo algunos, no hemos empezado, casi ninguno de nosotros la recolección.
 La aceituna  está verde, el rendimiento bajo para el que acostumbramos a tener a comienzo de campaña y, aunque las cooperativas y almazaras se han abierto o van a abrirse todas a partir de hoy, parece que hay un acuerdo tácito o expreso de no empezar a molturar el fruto hasta Diciembre, con un recuerdo profundo en cualquiera nacido olivarero, de aquella fecha del 8 de Diciembre, cuando, de niños, saliamos temprano, pero felices, con nuestro padre, cargados con nuestras pequeñas espuertas a "coger aceituna". "Los viejos llevaban razón" Eso, sí, se dice y se oye ahora.
Todavía para mí esos días son de fiesta y, aunque los medios han cambiado, la mecanización y la estructuración de la cogida han mejorado condiciones y resultados,  yo y todos los que trabajan conmigo mantenemos ese sentido de compañerismo, de saber que tenemos que hacerlo bien, porque de eso depende el bienestar de todos y lo hacemos con el orgullo y la seguridad de que somos dueños y amos de la tierra que estamos tabajando, porque sabemos con seguridad que ella también depende de nosotros.
Sí, estoy contenta, a pesar de todo, por encima de todo, porque miro a cielo y espero de él, de la luna algo mágico y milagroso.
Y sé que, desde hace muy pocos días, carritos de aceite de oliva han llegado ya a Madrid perfumando y purificando sus ahora sucias calles. También sé que, a partir del 1de Enero del 2014, las botellas de nuestro oro líquido no se podrán volver a rellenar y los consumidores sabrán apreciar mejor la calidad de nuestro producto y el esfuerzo que hacemos nosotros para conseguirla
Sonrio a la luna que esta creciendo y quiero que me confirme los pronósticos de los meteorólogos. Ella los cumplirá.