Todos los medios de comunicación coinciden en afirmar que la de ayer fue la mayor manifestación del campo en las últimas décadas y, como es habitual en estos casos, no hay acuerdo sobre el número de participantes.
Las cifras oscilan, en la prensa nacional, entre los 500.000, que estiman los convocantes, y los 12.500 supuestos por la agencia Efe. Ni la Delegación del Gobierno ni la Comunidad de Madrid han hecho valoración pública alguna y el periódico más leído en Jaén afirma que han sido 10.000 los olivareros que ayer estuvieron en Madrid. De todas maneras, no ha sido mucha la información precisa dada en los media.
Yo estuve allí, desde el principio hasta el final, con mi pancarta y mi megáfono, gritando, como quería hacerlo, a pulmón abierto, consignas que eran coreadas, y muchas veces ampliadas y precisadas, por el mar de gente que me rodeaba y me sacudia como una ola tranquila. Me hubiera gustado verme empujada con más fuerza por esa multitud inmensa que caminaba confiada y, al mismo tiempo dudosa de la eficacia de su cansado viaje.
Porque la gente que estabamos allí, incluso mucha gente joven, con las pancartas, los pitos y la falta de sueño eramos la gente que vivimos del campo, la gente que estamos sintiendo la ruina en nuestros bolsillos y en nuestros cuerpos. Allí no estaban los grandes terratenientes de muchas hectáreas, ni las empresas distribuidoras, ni los influyentes y poderosos, ni siquiera la ministra, tantas veces ayer, mal recordada. Estábamos sólo nosotros, la gente sencilla, que por fin hemos conseguido que las asociaciones agrarias se unan, ya que otra vez dijeron, desde la tribuna, lo que todos queremos oir y por eso los tres representantes de ellas fueron aplaudidos por igual.
Porque la gente que estabamos allí, incluso mucha gente joven, con las pancartas, los pitos y la falta de sueño eramos la gente que vivimos del campo, la gente que estamos sintiendo la ruina en nuestros bolsillos y en nuestros cuerpos. Allí no estaban los grandes terratenientes de muchas hectáreas, ni las empresas distribuidoras, ni los influyentes y poderosos, ni siquiera la ministra, tantas veces ayer, mal recordada. Estábamos sólo nosotros, la gente sencilla, que por fin hemos conseguido que las asociaciones agrarias se unan, ya que otra vez dijeron, desde la tribuna, lo que todos queremos oir y por eso los tres representantes de ellas fueron aplaudidos por igual.
Sí, tenemos que esperar una respuesta a nuestra ansiedad. Ya la Secretaria General Alicia Villauriz ha afirmado que "son conscientes de que existe un problema de precios percibidos por los agricultores en el que estamos trabajando."
Pero hoy Zapatero no ha hecho mención a nuestra manifestación. Ha hablado de economía sostenible, sin mencionar qué papel van a desempeñar los agricultores y el campo, lo verdaderamente sostenible, en esa economía de innovación, investigación, industrialización, modernización, desarrollo, etc, etc. ¿Y en la reunión que van a mantener los representantes de las asociaciones con el Gobierno va a volver a faltar Elena Espinosa?
No podemos pensar, no debemos pensar que lo único que hemos sacado de "la mayor protesta agraria en décadas" ha sido dolor de ganganta, dolor de cabeza. hambre y mucho sueño. Esta vez ellos están obligados a hacer algo, porque esta vez nos han visto a todos unidos, y en una cosa esencial,: NO ESTAMOS DE ACUERDO CON ELLOS Y LES HEMOS PEDIDO QUE SI NO SABEN HACERLO QUE SE VAYAN.
Y estoy segura de que si ahora tampoco nos hacen caso, las próximas olas que nos sacudan a todos serán mucho más fuertes.