Los problemas para los agricultores que estamos enamorados de nuestro oficio, vivimos ilusionados con él y llegamos cada día al límite de las fuerzas, nunca acaban.
Ahora, ayudados por la lluvia, la creencia de futuras cosechas y otros diversos motivos, estamos olvidando algunos de esos problemas que habitualmente nos aquejan, y seguimos, como hemos hecho siempre, agachando la cabeza y aguantando ante injusticias que nos atañen.
Esa es la única solución a la que recurrimos fácilmente por ser andaluces, estar atados a una cultura y a la tradición que hemos mamado desde la cuna y de la que parece imposible despegarse.
Así, por ejemplo, en Jaén, donde la cantidad enorme de producción nos está sorprendiendo diariamente hemos cesado de protestar, de quejarnos de la bajada de precios de ese magnífico aceite de oliva.
Yo misma hace dos días, agotada de una lucha en solitario, me he visto obligada, para responder a nóminas y a esas deudas que nunca acaban, a vender mi buen aceite de oliva virgen, primera calidad botella, a 1.8631 euros el kilo
He sentido vergüenza y mucha rabia, y he vuelto a confirmarme en la idea de que la salvación para una pequeña o mediana explotación agrícola es, sin duda, que todos miembros de la familia se impliquen y trabajen en ella.
Algo, a veces, imposible, porque hijos u otros familiares ganan en otros ámbitos lo que nunca lograrían en el nuestro. Y todavía no saben que en el campo hay mucho más oro que ese oro que ellos aún persiguen.
Sin embargo, los problemas que nos ciegan en estos momentos son inminentes.
Para muchos productores de trigo su cura y abonado, labores que están resultando largas y complicadas por la dificultad de acceder a las parcelas con la maquinaria en un terreno rebosante de agua.
Para los que ya estamos pensando en la siembra del girasol también tenemos esos barbechos inundados en los que no se puede arar y además con malas hierbas. Ante estas circunstancias, o bien recurrimos a un herbicida (al tan usado glifosato sabemos que algunas de estas hierbas son resistentes) o esperamos la posibilidad de meter tractores para su labranza, opción temeraria si atendemos a los pronósticos del tiempo y que requiere, al menos, dos entradas de tractor antes de la siembra.
Precisamente será la elección de semilla para la siembra de esta oleaginosa la que más nos perturba. Este año hemos de seguir una normativa europea que data del 1/1/2013, surgida primero en Rusia, por la que se prohíbe el uso de los llamados "pesticidas matadores de abejas", pesticidas que exterminan a abejas, pero también a ese gusano del alambre, duro como el metal que le da nombre y que todos hemos conocido y sufrido en nuestros campos de girasol.
Está muy bien la protección de las abejas, pero los agricultores y nuestros cultivos también la necesitan. Alternativas debía haber estado preparadas antes de la entrada en vigor de la norma. Pero la investigación no ha resultado comprobada eficazmente, aunque muchas casas han comercializado ya semillas tratadas con otros venenos sin las garantías requeridas.
Yo, como me imagino que haréis muchos de vosotros, volveré al uso del viejo bombo de mi padre arrinconado y olvidado durante los últimos diez años. Nunca lo he visto trabajar, pero, por supuesto, le echaré un insecticida fiable que extermine al gusano, y no a las abejas.Me han hablado bien del clorpiriflos al 5%. Quizás lo utilice.
Y otro de los muchos problemas que nos acecha, como una espada de Damocles, a los agricultores regantes, ya la mayoría gracias a nuestro esfuerzo, es el pago de la factura de la luz que supone que una media del 40% de lo que le cuesta el agua al agricultor de riego tenga que ser destinado al pago de dicha factura, llegando, en algún caso, a superar el 75%, una exposición a los costes energéticos insoportable para cualquier sector, especialmente para el olivar con una gran presión impositiva, precios por los suelos y unos márgenes que ya estaban al límite antes del último tarifazo.
Las manifestaciones en contra de este tarifazo se han extendido por todas las Comunidades. El día 26 se hizo en la nuestra. Yo grité y chillé hasta la extenuación en Sevilla. Unidos todos, firmes y persistentes tal vez logremos ser escuchados, tal vez...
Pero no quiero ser pesimista, ni quiero renegar del campo que es el lugar donde me siento viva, que es mi caballo con alas que me lleva a la luna, a las estrellas y a quemarme con el sol y a mojarme con las nubes sin necesidad de protecciónes.
Animo a los jóvenes a que sigan este camino a que no lo pierdan ni lo olviden y seguramente encontrarán verdaderos momentos de auténtica felicidad. A mí las dificultades me dan más fuerza. Pero necesitamos la vuestra, un futuro joven.