Por fin ha desaparecido el frío. El sol ha empezado a asomarse y ayer tuvimos calor en nuestro suelo . Esperamos que, a partir de hoy, como anuncian los pronósticos, lo sintamos en nuestros olivos y en nuestros cuerpos.
Al menos, este calor nos está liberando de los miedos ante el peligro de una malograda floración. El daño ya está hecho y, aunque sabíamos que en muchas hectáreas tanta trama no podría cuajar, el tiempo que hemos tenido en esta inusual primavera la ha perjudicado. Por eso esa cosecha espectacular que se esperaba, no será la del siglo, como algunos empezaban a llamarla.
Y el aceite sigue su lento remonte, a pesar de la no muy grande cantidad disponible para el enlace, 700.000 toneladas, y del hecho que nos encontramos a pocos meses de Septiembre para cerrar esta campaña.
Estamos en esa espera constante que es nuestra vida. Muchos de nosotros sin liquidez para afrontar los pagos y las labores pendientes y con el rechazo de las almazaras y alguna cooperativa a vender, deseando esa subida anhelada que estamos habituados a que no siempre se produzca.
Esta espera es insoportable y no es forma de llevar una empresa rentable. Estamos sin poder enfrentarnos a préstamos, con subvenciones menguadas y, sobre todo, con la inseguridad del mercado sin un precio mínimo fijado con el consenso de todos los integrantes de nuestro sector.
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