Tenemos miedo y estamos inciertos e inseguros acerca de lo que nos deparará este año recien estrenado. Con las uvas imaginamos nuestros olivos florecientes, su aceite pagado a buen precio y nuestro trigo vendiéndose por todo el mundo. Hemos oido hasta la saciedad que hay escasez de cereal en las zonas dedicadas a su cultivo y que el aceite de la primera multuración ha salido excelente.
Pero la realidad nos ha mal acostumbrado. Vemos que los precios no suben, que las lluvias no cesan y no vamos a poder recolectar apropiadamente nuestra aceituna que se va a peder en cantidades importantes, a pesar de las esperanzas puestas en esta cosecha. De la misma manera contemplamos con ojos bien abiertos el trigo inundado y amarillento. Y no dejamos de sentir sobre nosotros esa espada de Damocles de la futura P.A.C.
Sin embargo debe haber alguien que, como yo, se haya sentido orgulloso y contento estos días al leer y oir en todos los medios de comunicación que uno de los pocos sectores en el que el paro ha descendido en este terrible mes de Diciembre ha sido la agricultura. Nuestras recolecciones atraen y solucionan problemas a mucha gente, sobre todo, en estos tiempos. ¿Por qué no se estructura, dignifica y regulariza mejor el trabajo en el campo?. Quedamos todavia mucha gente apasionada por él, dispuesta a trabajar hasta la completa extenuación con tal de vivir de la tierra, sólo de la tierra, y poder dar empleos con ella.
Yo este año me he propuesto comercializar el aceite que producimos en la pequeña almazara del pueblo. La calidad del aceite lo merece. Me estoy moviendo por Madrid e intento probar suerte en Canarias. Lo primero es empezar y nosotros ya lo estamos haciendo desafiando al año que tenemos por delante y preparándonos para empuñar con más fuerza las armas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario