La duda, la inseguridad se ha apoderado de todos nosotros, a pesar de que estos días de calor y buen tiempo estamos aprovechando para coger nuestra aceituna, que de una u otra manera, por muy bien que vaya saliendo, siempre nos quita el sueño y no nos deja mucho tiempo para pensar.
Sólo temblamos cuando tenemos que pagar el gasoleo porque seguimos sin explicarnos la falta de subvenciones apropiadas para el combustible agrícola, especialmente, en tiempos de recolección. Deseamos que los rendimientos, bajos debido a las pasadas lluvias que han engordado y mojado el fruto, suban. Y muchos tememos que el olivo con este tiempo empiece a moverse antes de tiempo y más tarde se vea perjudicado por heladas paralizantes.
Todas estas dudas, inseguridades y temores se han visto aumentados en mi caso por la propuesta de compra de mis mejores plantones de la campiña de Córdoba y los que yo he puesto con toda mi ilusión y esperanza.
La tierra está llena de cárcavas, barrancos rebosantes de agua y pide un gran gasto de dinero y de trabajo. Me he sentido tentada, pero no he sido vencida, ni por el precio ni por el desánimo. Otro año más intentaremos paliar los daños más graves. Porque no quiero pensar que, con la parcelación abusiva de nuestras tierras, llegue un día en que sean los chinos los que se apoderen de ellas, compren nuestro aceite y, como suyo, sea manejado y envasado por ellos e invada China y toda Asia. Ese tesoro es nuestro y es nuestro deber y nuestra obligación gestionarlo y venderlo bien.
No podemos permitir que vengan italianos o chinos o... a quitarnos lo que es nuestro, enriquecerse con ello y dejarnos a nosotros sin nada o al margen. Y yo ya me estoy moviendo en todos los campos, tambien en la comercialización, y esta tentación que se me ha presentado me ha dado más fuerzas para luchar, para defender nuestro aceite, para darlo a conocer, nosotros, por todo el mundo y para no vender nuestras tierras.