Deseamos siempre las lluvias, pero ya nos están ahogando, sobre todo, en la campiña de Córdoba donde hace tiempo en que no se puede entrar, donde la hierba ya esconde a los olivos, pequeños en aquella zona y donde la situación, en general, se está acercando, con la destrucción de balsas y caminos, a llegar a ser catastrófica.
Y a todas nuestras procupaciones, enfrentados, como también estamos, a la bajada del aceite y a su poca demanda en el mercado, se añade la imposibilidad de trabajar en estos campos andaluces, poder curarlos contra el repilo amenazante y luchar contra las malas hierbas.
Precisamente, buscando precios asequibles de herbicidas y fungicidas, recibí el otro día una oferta de un conocido con un precio aceptable. Me apremió a tomar una decisión por la ventaja de ese precio, pero pude comprobar, gracias al número de registro facilitado por internet, que un producto seleccionado por mí caducaba en 2012.
Precisamente, buscando precios asequibles de herbicidas y fungicidas, recibí el otro día una oferta de un conocido con un precio aceptable. Me apremió a tomar una decisión por la ventaja de ese precio, pero pude comprobar, gracias al número de registro facilitado por internet, que un producto seleccionado por mí caducaba en 2012.
Nunca me había pasado una cosa así. Hemos llegado a un punto en el que no podemos fiarnos ni de conocidos ni de amigos. Tampoco podamos ya mirar al cielo y esperar la lluvia.
Pero los registros están ahí y los olivos aún permanecen alimentados con nuestra fuerza y nuestro coraje, no sólo por estas lluvias que ahora los golpean.
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