lunes, 19 de marzo de 2012

LAS APIS Y SU LABOR

Las situación sigue estancada y la sequia "pertinaz", como de pequeños oíamos decir a nuestros padres. Aunque todavía esperamos que mañana, que el final de mes nos traiga, al menos, algunos chubascos que apaguen este fuego del suelo y del alma.
No sólo nos hemos planteado muchos olivareros no abonar los secanos en primavera, sino también, los que hemos sembrado trigo, tememos la necesidad de olvidarnos de recoger su cosecha y sustituirla, si con ella recuperamos los gastos realizados y si por fin el agua llega, con la de girasol.
Y luego están los olivicultores que, como yo, nos hemos asociado a alguna API. Un gasto más cuando el aceite de calidad, virgen "muy" extra, en estos tiempos se está vendiendo, con escasa diferencia, al mismo precio que el lampante.
Esta mañana he estado hablando con el Vicepresidente de la API de la que formo parte. Su preocupación se asemeja a la de todos nosotros.
Me ha comentado sus visitas y peticiones a la Administracion, etc., etc. y yo he llegado a la conclusión de que también la Producción Integrada, que ha florecido al calor de las subvenciones, debe unirse y afrontar el cambio de estructura que estamos viviendo. No tendría ningún sentido pertenecer a una API, si el producto producido no es valorado en su precio justo.
No es lógico ni rentable para nuestra agricultura que cada Comunidad Autónoma tenga un reglamento distinto para regular esta producción. Necesitamos que la marca España, nuestro aceite español, andaluz sea conocido como marca de gran calidad en toda Europa y, por supuesto, en nuestra propia tierra en la que todavía es un gran desconocido. Y así, claramente, sabemos que el aceite que se vende en Europa no se conoce, en el mayor porcentaje, como español.
Homologemos reglamentos. Hagamos labor de educación con nuestro aceite. Salgamos fuera de nuestras cooperativas, de todas nuestras almazaras con el buen y consensuado etiquetado y con esa calidad que ya la estamos persiguiendo y consiguiendo.
Y eso, lo repito siempre, es nuestra labor, sin esperar que venga un redentor a salvarnos. Los salvadores ya no existen. Sólo todos nuestros gritos, todo nuestro impulso puede mover las montañas.
Y en la reunión de la cooperativa de mi pueblo no hubo mucha gente. Siguen esperando al salvador.  

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